martes, 4 de marzo de 2014

HATAJO DE PALLITAS: EL ESPÍRITU DE LA MUJER AFRO-ANDINA

TEXTO: LUIS PÉREZ MANRIQUE
/luisperezmanrique@luispmanrique92
FOTOS: MILENA CARRANZA VARCÁRCEL
@milenasherezade
El espíritu de la mujer afro-andina nos habla. Está ahí, resplandeciente, revalorando y transmitiendo saberes, apto para transformarse en un ritmo de fe popular, de alabanza y celebración. El Carmen (Chincha, Ica) es entonces el lugar ideal, del 24 de diciembre al 6 de enero, para continuar con esta expresión rescatada en 1976 por doña Elisa Milaní, quien ha hecho suya la danza promovida por sus antiguas cultoras: Digna Villalobos y Nicolasa Guadalupe. Es esta la danza que, a través de la tradición oral del pueblo, le cuenta a la Virgen del Carmen y al niño Jesús, la protesta de la mujer afroperuana y andina frente al trabajo forzado y la esclavización que vivieron sus antepasados.

Sí, el Hatajo de Pallitas (o pallas; vocablo quechua que significa: “princesas o damas nobles”) es eso, la expresión ejecutada sólo por mujeres quienes durante la Navidad, visitan al hijo de María, y mediante armoniosos cantos y simpáticos bailes celebran su llegada al mundo.
Ser una palla, es la manifestación de la mujer afro-andina a través de ritmos del zapateo, del cuerpo y el corazón, cuenta Lucy Ballumbrosio, hija del recordado don Amador Ballumbrosio, agregando que, “Carmen del Prado fue quien me apadrinó como Pallita cuando tenía 10 años. A los 15 años dejé de bailar, pero el compromiso con la Virgen del Carmen y su hijo va mucho más allá de un querer o no querer bailar. Por ellos he vuelto a danzar; por ellos estoy de pie; por ellos Luanda, mi hija, también sigue la tradición. Ambas pertenecemos al Hatajo de Pallitas de la doña Elisa Milaní”.

Y sí, allí están Lucy, Luanda y las demás integrantes (niñas y señoras) del Hatajo de Pallitas de doña Elisa Milaní, vestidas de blanco acompañadas por pañuelos y velos de tul, sujetando las tradicionales “azucenas” que están adornadas con cintas, cascabeles y espejillos para que sus
dueñas puedan ver su belleza en sí. Pues las azucenas, describen las Pallas, vienen a ser como el buqué de la novia que entre más coloridas sean; mucho más hermosas serán. Pero, como todo tiene su final, la belleza de estás flores sólo durará hasta la Bajada de Reyes (6 de enero) que, por tradición, se tendrán que quemar con otros adornos navideños para borrar las huellas del nacimiento de Jesús, y según narra el pasaje bíblico Herodes no lo pueda encontrar.

A vísperas del 27 de diciembre (día en que se recuerda la aparición de la Virgen del Carmen en el pueblo), en el interior del templo, a los pies su patrona, las Pallas forman dos filas. En una de ellas, encabezando, por el tamaño y la experiencia, está Lucy. Al compás de la guitarra, danzan. Zapatean suave, de un lado al otro, reproduciendo complejos patrones rítmicos de procedencia africana, refiere la musicóloga Chalena Vásquez, que de acuerdo a la melodía de la guitarra dará el ritmo rápido o lento del zapateo. Cantan: “Una serrana vieja mamita, me quiso pegar. Con un chicote viejo mamita, dentro de su corral…”, mientras que luego de unos cuantos minutos, las guiadoras –o cabezas de filas–, dan vuelta en U y avanzan. Todas deben seguirla sin perder la coordinación. Al llegar a cierto tramo, las guiadoras elevan el pañuelo y giran por la izquierda. Así, una a una repite la elevación del pañuelo y el giro. Vuelven a su lugar. Continúan danzando, cantando y danzando. Se inclinan ante la Señora del Carmen y, con lágrimas en los ojos, se retiran. Todos nos deslumbramos. El espíritu de la mujer afro-andina nos habló una vez más.
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