ESCRIBE: Luis Pérez Manrique @Lperezmanrique
Estudiante de Ciencias de la Comunicación
Universidad Nacional “San Luis Gonzaga” de Ica
Ella, de
cabellera ensortijada y larga, de rostro dulce y chaposo, es la Patrona del
pueblo, la que vive en el lugar donde, hace muchos años, un 27 de diciembre decidió
presentarse para desde ahí, observar –con esos ojos color
miel– y proteger, sin excepción alguna,a sus hijos buenos y traviesos.Y es que
en El Carmen (Chincha, Ica), emblemático e histórico, la fe y el amor que le
profesan los carmelitanos hacia la Virgen del Carmen son tan inmensos que ella es
capaz de reunirlos bajo un inclemente sol y puedan, por cuestión de sacrificio,
participar de la tradicional misa afro que festejan en su nombre.
Con aquel nombre
que la peoncita (una pequeña réplica de la Virgen del Carmen)ha caminado desde
octubre por El Guayabo, San Regis, Chamorro y otros Centros Poblados para recoger
limosnas y, luego de meses, aparecer mágicamente en medio del campo la noche
del 24 de diciembre y poder ser recibida por los Hatajos de Negritos y
Pallitas, quienes con velas encendidas, la acompañan hasta el templo donde rendirá
cuenta a la Patrona de cuanto es lo que ha podido reunir para las celebraciones
de los días 26, 27 y 28 de diciembre. Cosas de la costumbre, cosas de la
tradición.
Durante la
víspera del 27 de diciembre (fecha central de la festividad) la Virgen del
Carmen desciende del altar mayor y es colocada en su anda donde es resguardada,
misma Madre de Dios, por cuatro ángeles de túnicas rosadas. Por la noche,
salerosa y emocionada, sale de su templo para reencontrarse con su pueblo y,
desde allí, desde el atrio de su iglesia, escuchar la Santa Misa y recibir el
cariño de sus fieles, quienes por devoción, le regalan una serenata criolla,
castillos y bombardas.
EN EL NOMBRE DE MARÍA, SIN PECADO ORIGINAL
Envuelta por
historias y milagros, la Virgen del Carmen, después de que le hayan ofrecido durante
el día central tres misas afros (la primera a las ocho de la mañana; la segunda
al mediodía, siendo esta la más importante; y la tercera a las seis de la
tarde), muy puntual, a las ocho de la noche, inicia a recorrer el territorio
que le pertenece, ese territorio el cual protege con mucho amor.
Y es por eso que
a cada paso queman un castillo y lanzan bombardas que llenan de multicolores el
cielo, mientras que los integrantes del Hatajo de Negritos y Pallitas de la
Familia Fajardo, luego de un baile, la acompañan fieles a su estilo hasta el
día siguiente.
Ese día donde el
cielo se torna más azul de lo normal y regresa, antes del mediodía, a su iglesia
bailando festejos, huaynos y marineras. Pues cuando ya está en atrio del templo,
los Fajardos, unos alegres y otros acongojados porque no saben si –por cosas de
la vida– volverán el otro año a participar de la costumbre, devuelven a los
hijos de la Virgen del Carmen, quien se despide, agotada pero satisfecha, hasta
el 16 de julio, día en que celebrará su cumpleaños porque ella es la Bella
Señora, Carmela Nuestra.
MARÍA, UNA MADRE CARMELITANA
A doña María
Herrera, integrante de la Cuadrilla de Mujeres de la Hermandad de la Virgen del
Carmen, le sobra el carisma y buenas ganas con que me cuenta sobre la Patrona
de su pueblo. Pues a ella, a quien conocí en el 2013 en la fiesta de Santa
Efigenia; a quien sin saber sus datos la busqué por El Carmen como Marco a su
madre; a quién con mucho afecto me colocó el escapulario de la Virgen del
Carmen, mi eterno respeto y querer, porque en aquel pueblo de arte y folclore
afroperuano, he encontrado, debo confesarlo, a una gran amiga, a una madre.
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