Efigenia: Santa africana, princesa y mártir etíope discípula de San Mateo apóstol, comparte su fiesta a ritmo de festejos, zamacuecas y huaynos cada 21 de setiembre. “Expresión” conoció a la Patrona del Arte Negro Nacional y vivió la festividad de su culto religioso afroandino en el tranquilo y apacible pueblo de La Quebrada (Cañete, Lima). Un festejo popular que con el paso de los años maúlla con mayor fuerza su costumbre y tradición.
ESCRIBE: Luis Pérez Manrique @Lperezmanrique
Estudiante de Ciencias de la Comunicación
Universidad Nacional “San Luis Gonzaga” de Ica
A lo lejos oye el retumbe telúrico del cajón
y el bongó, el desconsuelo lo sepulta en el olvido. Embriagada por el ritmo, corre
coqueta, fogosa y risueña para festejar al lado de unas jovencitas cimbreantes
que armonizan arte y elegancia con cada vibrante movimiento de caderas, hombros
y manos, como si vinieran del más allá.
Sólo a unas cuadras, bajo un antiguo
árbol, platican varios abuelos sobre el Festival Gastronómico del Curruñao.
Discuten que no es una costumbre, se fastidian por la mala imagen que dan al
mundo y critican a los personajes del evento “gatonómico”, quienes continúan
preparando potajes en base de gato, si, el mismísimo engreído de casa.
“Ay, perdónanos por el drama virgencita”,
exclaman, se persignan y continúan su acalorada charla.
Cercanos a ellos, frente al templo, tres
infantes de zapatitos rotos cortan flores del jardín. El morenito con el polo
del Alianza Lima las desoja combinando amarillas, rojas y blancas, y las guarda
en una bolsa de papel.
“Continua
cortando. La negrita ya saldrá en procesión”, repite por segunda vez el más pequeño, que con unos
cuantos dientes, sonríe a más no poder.
A cuatro metros, en el interior del templo;
Efigenia: La santa negra observa y resguarda la multiculturalidad del pueblo de
La Quebrada. Ella baila festejo con la mujer del escapulario y las simpáticas
jovencitas, se distrae con la conversación de los ancianos –a quienes perdona
sus críticas– y suspira con la ternura de los niñitos que buscan adornar su
camino.
HAGASE SU VOLUNTAD
Diez centímetros separan a la santa etíope
de su fiel sierva, quien sujeta con la mano izquierda el nuevo traje –donado
por una autoridad- que usará la santa para la procesión.
“Estoy muy agotada, pero la fe por ti me
mantiene de pie. Ahora permíteme vestirte”, expresa acariciando el rostro
color ébano de Efigenia.
Al vestirla, el arete se cae y el manto se
descuelga. “¡Efigenia está molesta!, ¡No
quiere ese traje!”, “¡Por algo no se lo quiere poner!”, “¡Colócale otro!”,
exclaman las personas halladas bajo los pies de su protectora.
El silencio gobierna el espacio hasta que
una voz baja y pausada se escucha. “Puede
usar este traje. Lo hice con mucho amor”, menciona una anciana iqueña,
quien con lágrimas en los ojos, cuenta que la princesa etíope le concedió un
milagrito. “El año pasado vine. Le recé mucho
y le pedí que liberara a mi hijo de la cárcel. Él está aquí a mi lado”,
revela al coger del brazo a su primogénito.
Efigenia tranquilamente se deja vestir. Su
sonrisa ilumina más de un corazón.
ORÍGENES DE LA SANTA Y SU TRADICIÓN AFROANDINA
“San
Mateo apóstol la convirtió al cristianismo. Es la primera santa africana”, afirma la mujer de ojos grandes, quien
al concluir de bailar, brinda con ‘stronger de camote’ (licor del lugar) en
nombre de la santa.
“El
Festival Gastronómico del Curruñao nació como estrategia para que los ojos
miren a Efigenia y a La Quebrada. A través de ello, revindicamos la identidad
cultural de nuestros ancestros. La carne de gato previene y cura enfermedades.
Además en muchos países se come al margen de los prejuicios sociales”, dice una de las jovencitas del ballet de
festejo de Mamainé.
“Según
el historiador Julio Luna Obregón, los esclavos la trajeron desde África para aclamarle
que aplaque la ira del patrón”, manifiestan los ancianos, agregando el trabajo de Sabino Cañas, el trascendental
gestor de la costumbre afroandina a la santa en La Quebrada y el Perú.
“La llamaban santa gorrera”, les cuenta
el mayor de los niños a unos turistas extranjeros.
La santa etíope al no tener fecha de culto
salía en procesión detrás de cualquier santo (se zampaba a la fiesta del otro).
Pero al saberse quien era, fue en la Semana de Santa de 1994 cuando por primera
vez salió en procesión.
En el mismo año al fundarse la Asociación
por el Arte Negro “Santa Efigenia”, se instituyó solemnizar su festividad cada
21 de setiembre, establecido por el calendario del martirologio cristiano.
“La Municipalidad
Provincial de Cañete la declaró Patrona del Arte Negro Nacional”, se integra Mamainé a la conversación con
una botella de tutuma (licor chinchano) en mano.
“Cada
12 de agosto deja La Quebrada por unas largas horas. Se dirige a San Vicente y
al reencontrase con San Benito de Palermo y San Martín de Porres, los tres
santos negros celebran el Día del Arte Negro Nacional”, relata la mujer que vistió a Santa
Efigenia, quien al salir de la iglesia se detuvo al toparse con su comadre
Mamainé. “El terremoto del 2007 echo
abajo todo el templo y entre actividades y donaciones se ha ido edificando”,
confiesa.
FIESTA EN SETIEMBRE
“Ella
festeja con todos”,
pronuncia la mujer piel color café antes de darse un último trago de ‘stronger
de camote’ y dirigirse hacia el templo.
“Suena
la campana, ya empezará el festejo”, dice el pequeño de pocos dientes que brinca de la emoción cuando los
cuetes explotan en el cielo.
“Su
fiesta es de rompe y raja”, se
olvidan la crítica del gato los abuelos, quienes continúan bajo el viejo árbol
de la calle ‘El progreso’.
El 21 de setiembre La Quebrada es fiesta. “Cuando Santa Efigenia festeja, el rítmico
sonido de un cajón estalla en La Quebrada y en las casas entreabiertas, algunos
van moviendo el cuerpo, ansiando que el bendito manto de la negra los cobije”,
narra Sonaly Tuesta al leer su libro: “Fiestas, Calendario y Costumbres”,
minutos antes de la apertura de la procesión.
Los tres niños, arrojan los pétalos sobre
el camino sin asfalto por donde su negrita camina y baila. Los ancianos acompañan
la procesión guardando absoluto silencio. “¡Sabino
presente!, ¡Sabino presente!, ¡Sabino presente!”, exclaman y gritan las
personas en medio del jolgorio. Las bellas jovencitas bailan y cantan al
rendirse ante la protectora de su arte negro. La mujer que estuvo con ellas se
integra a la Hermandad de la Virgen del Carmen de Chincha. Las morenas llevan
sobre sus hombros el anda sagrada de Efigenia, y tienen el privilegio de
regresarla a su casita. Quijada, cajón, bombos y platillos suenan. Santa
Efigenia se despide simbólicamente en medio de los aplausos de sus fieles, quienes
continúan bailando festejos, zamacuecas y huaynos.
LA PROMESA DE MAMAINÉ
“Gracias
por todo mi negra”, expresa
Mamainé al persignarse. Al salir del templo, se vuelve a encontrar con la
comadre. Ambas se abrazan e inmortalizan el momento en una fotografía.
Con la alegría a flor de piel, transita
‘El progreso’ invitando a que degusten gratis su Sopa Seca con Carapulcra. Un
hecho que realiza año tras año, como un agradecimiento a los milagros
concedidos por Efigenia: santa africana, princesa y mártir etíope discípula de
San Mateo apóstol.
LA VIGILIA DE EFIGENIA
La fiel sierva de la santa al fin descansa
sobre su mueble. Los tres niños sueñan con los angelitos. La anciana y su hijo
se pierden en el horizonte. Sonaly está en Lima narrando una nueva historia a
sus hijos. Las mujeres de la Hermandad de la Virgen del Carmen, las bailarinas
y Mamainé –que ya dejó las ollas limpias-, han retornado a Chincha. Nadie discute,
ni critica el Festival Gatonómico. Devotos y foráneos abandonan la zona. El día
concluyó. La Quebrada duerme, pero Santa Efigenia continúa despierta;
observando y resguardando la multiculturalidad de su pueblo.
Publicado en el DIARIO AL DÍA CON MATICES, el jueves 11 de julio de 2013.
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