martes, 8 de octubre de 2013

ME QUEDÉ CONTIGO, EFIGENIA, MI NEGRA SANTA

Estudiante de Ciencias de la Comunicación
Universidad Nacional “San Luis Gonzaga” de Ica

Hace unos años te conocí y, por cosas de la vida, me quedé contigo, con Sabino Cañas y con tus hijos afroperuanos. Hijos que hoy te cantan, te bailan y, bajo tus pies, te piden un milagro. Un milagro como el que le otorgaste a la señora Carmen, tu florera, quien con sus manos morenas te dejó preciosa en medio de un jardín de flores, entre blancas y amarillas. Un milagro como el que espera Doña María Herrera, una devota tuya quien llegó desde El Carmen (Chincha) en busca de inclinarse ante ti, y pedirte, desde el fondo de su corazón, que intercedas ante Dios para que su hijo enfermo recupere su salud. Un milagro como lo es también la realización de tu fiesta, emotiva y alborotada. Sí Efigenia, ya nos hemos dado cuenta que te gusta el alboroto, el escándalo. En fin. Es tu fiesta negra preciosa, y contra vientos y mareas, con o sin “Curruñao”, se realizó un año más.

ELLAS. La Señora Carmen desde muy temprano empezó a trabajar para dejar preciosa a Efigenia.
PRECIOSA. El resultado del trabajo de Doña Carmen fue más que satisfactorio.
ALEGRE. Su imagen trasmite amor y fe.
La misa concluyó y el momento de hacerte “el cambio de vestimenta” había llegado. Una vestimenta que con devoción, fe y amor, Luis Manrique y Juana Stop, mis abuelos, hemos deseado verte utilizar  en compañía de tus nuevos aretes, al salir en procesión y bailar un festejo; porque así fue la promesa: que en tu fiesta central estés hermosa y salerosa con tu nuevo traje y en medio del jardín de flores. Una vestimenta que tuvo como padrinos a Mamainé e Ysmael Tasayco, quienes aceptaron ser parte del acto y cumplir un solo objetivo: tener en mente tu historia, tu costumbre, tu tradición, en un mancha pecho, en algún reportaje, o compartirla con la familia, o con los amigos.

En junio, después de la dicha que me concediste, llegué a La Quebrada con un ramo de flores, y fue allí donde Patricia, tu máxima guardiana, me dijo: “Lucho este año tendrás el honor de vestir a Efigenia”. Desde aquel momento, sin ser exagerado, vivo emocionado. Tan emocionado como me encontré al retirarte tu antigua vestimenta y aretes. Tuve miedo que rechazaras la ofrenda, pero la aceptaste con tanto cariño que tu sonrisa era muy evidente. Eso me tranquilizó y me llenó de alegría. Aunque después del cambio de vestimenta me hayas hecho sudar y tener un fuerte dolor de espalda, sé por qué hiciste. Ojalá algunos de mis pecados se hayan eliminado.

Tenerte a escasos centímetros y poder hablarte, fue todo un privilegio. Un privilegio fue obsérvate fijamente a tus ojos color café, y encontrar en ellas reflejadas las penas y alegrías de tu pueblo. Un privilegio fue hablarte y agradecerte por darme la oportunidad de ser parte de tu Asociación por el Arte y la Cultura Negra en el Perú. Y un privilegio, es tenerte siempre a mi lado acompañándome a relatar a colores la vida de los afroperuanos, porque no siendo de piel negra tengo el alma de negro. Y con ello, seguiré contando tu historia por costa, sierra y selva.

Lo que consigo, éxitos y glorías, siempre serán para mi familia y para ti Efigenia, mi negra santa.
PARA TI. Una ofrenda para Efigenia con que paseó y disfrutó su festejo.

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