lunes, 6 de enero de 2014

BELLA SEÑORA, CARMELA NUESTRA


Estudiante de Ciencias de la Comunicación
Universidad Nacional “San Luis Gonzaga” de Ica

Ella, de cabellera ensortijada y larga, de rostro dulce y chaposo, es la Patrona del pueblo, la que vive en el lugar donde, hace muchos años, un 27 de diciembre decidió presentarse para desde ahí, observar –con esos ojos color miel– y proteger, sin excepción alguna,a sus hijos buenos y traviesos.Y es que en El Carmen (Chincha, Ica), emblemático e histórico, la fe y el amor que le profesan los carmelitanos hacia la Virgen del Carmen son tan inmensos que ella es capaz de reunirlos bajo un inclemente sol y puedan, por cuestión de sacrificio, participar de la tradicional misa afro que festejan en su nombre.

Con aquel nombre que la peoncita (una pequeña réplica de la Virgen del Carmen)ha caminado desde octubre por El Guayabo, San Regis, Chamorro y otros Centros Poblados para recoger limosnas y, luego de meses, aparecer mágicamente en medio del campo la noche del 24 de diciembre y poder ser recibida por los Hatajos de Negritos y Pallitas, quienes con velas encendidas, la acompañan hasta el templo donde rendirá cuenta a la Patrona de cuanto es lo que ha podido reunir para las celebraciones de los días 26, 27 y 28 de diciembre. Cosas de la costumbre, cosas de la tradición.

Durante la víspera del 27 de diciembre (fecha central de la festividad) la Virgen del Carmen desciende del altar mayor y es colocada en su anda donde es resguardada, misma Madre de Dios, por cuatro ángeles de túnicas rosadas. Por la noche, salerosa y emocionada, sale de su templo para reencontrarse con su pueblo y, desde allí, desde el atrio de su iglesia, escuchar la Santa Misa y recibir el cariño de sus fieles, quienes por devoción, le regalan una serenata criolla, castillos y bombardas.

EN EL NOMBRE DE MARÍA, SIN PECADO ORIGINAL
Envuelta por historias y milagros, la Virgen del Carmen, después de que le hayan ofrecido durante el día central tres misas afros (la primera a las ocho de la mañana; la segunda al mediodía, siendo esta la más importante; y la tercera a las seis de la tarde), muy puntual, a las ocho de la noche, inicia a recorrer el territorio que le pertenece, ese territorio el cual protege con mucho amor.

Y es por eso que a cada paso queman un castillo y lanzan bombardas que llenan de multicolores el cielo, mientras que los integrantes del Hatajo de Negritos y Pallitas de la Familia Fajardo, luego de un baile, la acompañan fieles a su estilo hasta el día siguiente.

Ese día donde el cielo se torna más azul de lo normal y regresa, antes del mediodía, a su iglesia bailando festejos, huaynos y marineras. Pues cuando ya está en atrio del templo, los Fajardos, unos alegres y otros acongojados porque no saben si –por cosas de la vida– volverán el otro año a participar de la costumbre, devuelven a los hijos de la Virgen del Carmen, quien se despide, agotada pero satisfecha, hasta el 16 de julio, día en que celebrará su cumpleaños porque ella es la Bella Señora, Carmela Nuestra.

MARÍA, UNA MADRE CARMELITANA
A doña María Herrera, integrante de la Cuadrilla de Mujeres de la Hermandad de la Virgen del Carmen, le sobra el carisma y buenas ganas con que me cuenta sobre la Patrona de su pueblo. Pues a ella, a quien conocí en el 2013 en la fiesta de Santa Efigenia; a quien sin saber sus datos la busqué por El Carmen como Marco a su madre; a quién con mucho afecto me colocó el escapulario de la Virgen del Carmen, mi eterno respeto y querer, porque en aquel pueblo de arte y folclore afroperuano, he encontrado, debo confesarlo, a una gran amiga, a una madre.

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