En el patio celeste, ubicado en la
entrada de su hogar en San Vicente,
y bajo un silencio sepulcral, típico
del domingo por la tarde, las
experimentadas manos de doña
Esperanza Ponce de Yataco exprimen
talento y despiertan felicidad que
asombrosamente se convierte en un
trabajo en conjunto, en un vínculo
que, definitivamente, une a la
familia y concibe recuerdos. Y es
así, como toda esa magia se
concentra en ese dulce unido por dos
hojarascas y que lleva en su
interior la textura del sacar camote
con el pie: el camotillo.
Allí, ajena
a su avanzada edad que no es
impedimento para compartir el saber
que aprendió en 1984 en el Centro de
Formación Profesional para la Mujer
- Condoray, sobre una mesa roja la
maestra mezcla un kilo de harina
(sin preparar) con un cuarto de
mantequilla. Con sus manos, frota y
frota los ingredientes por
aproximadamente cinco minutos.
Agrega media taza de concentrado de
anís. Vuelve a mezclar, una y otra
vez. El vaivén recorre toda la mesa
hasta que, poco a poco, se convierte
en una masa.
La masa, que es empolvada con un
poco de harina, toma forma de una
tira de más de 40 centímetros que
son divididos en 50 trozos. Coge un
rodillo y trozo por trozo es
aplastado de una manera muy peculiar
de sur a norte, de oeste a este,
logrando que la contextura sea circular.“Una vez que las
hojarascas estén listas, hay que hincarlas con un tenedor para que al
momento de freírlas no absorban
aceite”, confiesa doña Esperanza, mientras coloca hojarasca por
hojarasca en una fuente para que
oree.
Una vez situada en su cocina, doña Esperanza, acompañada de sus hijas, sabe que aún le falta preparar la parte más importante y sublime del camotillo: el dulce de camote.
Para ello, sancocha medio kilo de camote amarillo (con cáscara). Después de logar la cocción, inicia a pelar los camotes para transformarlos en puré. Mientras eso sucede, en otra olla el concentrado compuesto por agua, canela, clavo de olor y una cáscara de naranja (también puede ser una hoja de higo) empieza a hervir. Cuela el concentrado. Agrega al líquido medio kilo de azúcar. Vuelve a colocar la olla al fuego. Segundos más tarde, una miel aparece. Añade el puré e indica que “hay que remover y remover para que no salpique”, al tiempo que disminuye el fuego. Adiciona medio tarro de leche y esencia de vainilla. Continúa removiendo. El dulce ya está. |
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