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La Semana Santa de San Luis, en la provincia
Cañete, tiene forma y sabor de un pan de
dulce. Un pan infaltable en los hogares
sanluisinos, porque en el está la esencia de
un Domingo de Ramos y un Domingo de Pascua
de Resurrección.
La presencia de este pan es tan importante
para los sanluisinos que cuando llega el
mediodía del Domingo de Ramos, mientras el
Señor del Triunfo descansa en el interior de
una pequeña casa elaborada con cañas y
plantas del lugar, el sonidito de una
campanita se oye en señal que el burrito del
Señor –acompañado de los apóstoles Juan y
Pedro, escenificados por Giancarlos Cabello
y César Villalobos, respectivamente–, andan
por el pueblo de arriba a abajo, de este a
oeste, recolectando los panes de dulce,
según una costumbre registrada a mediados
del siglo XX que se ha vuelto a revalorizar
con mucha participación de los lugareños.
Por la noche, luego de la procesión del
Domingo de Ramos, los panes recolectados son
repartidos hacia los feligreses.
Pero su participación no queda ahí: llegada
las cinco de la mañana del Domingo de Pascua
de Resurrección, luego del retumbar de las
campanas de la nueva iglesia y los
camaretazos, el Cristo resucitado que sale
en procesión lleva sobre sus manos un enorme
pan de dulce –muy especial– llamado: “pan
del Señor”.
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