Emotivo y jaranero. Así fue el encuentro de Santa Efigenia, Protectora del Arte Negro Nacional, con el Señor de los Milagros, el agasajado a lo grande que cumplía su quinto y último recorrido procesional del año en San Vicente de Cañete, en la región Lima.
ESCRIBE E ILUSTRACIÓN: Luis Pérez Manrique @Lperezmanrique
Estudiante de Ciencias de la Comunicación
Universidad Nacional “San Luis Gonzaga” de Ica
Ojos cautivadores, nariz perfecta y piel color café. Así es Santa Efigenia,
como lo que es, toda una princesa y mártir de Etíopia (África), quien no
estando de fiesta; risueña descendió de su altar; vistió su mejor traje, oro
viejo con hilos plateados; salió salerosa de su templo y atravesó los benditos
campos de La Quebrada con destino al frontis de mi hogar, en la tercera cuadra
de la avenida 28 de julio de San Vicente (Cañete, Lima), porque allí, con los
ánimos bien puestos y a la vista de todos, esperaría el momento indicado para saludar al
Señor de los Milagros como lo sabe hacer: Al ritmo de un festejo.
Y llegada la noche
se armó el jaranón. “Santa Efigenia va en busca del Señor de los Milagros”, mencionó Arturito Jr. (célebre cantante cañetano) antes de iniciar su
canto/lamento:“pobre negrita, que triste está, porque su amo la va azotar; pobre
negrita, que triste está, trabaja mucho y no gana na’ (…)”, mientras el estallido de las bombardas anunciaban el cercano encuentro
de Santa Efigenia, Protectora del Arte Negro Nacional, con el Señor de los
Milagros, el dueño de la fiesta, el agasajado a lo grande que cumplía su quinto
y último recorrido procesional del año.
Entonces, Santa
Efigenia, la ilustre visitante, respetuosa y elegante se hincó frente al Señor
de los Milagros al tiempo que él hacía lo mismo. Sonó el Jipi Jipi Jay.
Efigenia bailó un festejo. Se fue de derecha a izquierda, de norte a sur, de este
a oeste. Avanzó, retrocedió y avanzó. Pues ese fue su homenaje: bailar el arte
el cual protege y motiva a cultivar.
En el encuentro,
los caballeros de la Cuadrilla 7 de la Hermandad del Señor de los Milagros
apretaron con mucha más fuerza las soguillas de sus hábitos; las damas lanzaron
plegarias; y, sin dejarlos de lado, los causantes de este hecho histórico: la
familia Manrique Stop y la Asociación por el Arte y la Cultura Negra en el Perú
“Santa Efigenia”, se emocionaron y aplaudieron.
De la misma
manera, emoción y aplausos para despedir al dueño de la fiesta y a Santa
Efigenia, quien después de la jornada, retornó a La Quebrada algo cansada pero
satisfecha por la jarana negra. Volvió a vestir su traje rosado con hilos
dorados y está allí, en su altar, Guapa como siempre, a espera de ser visitada
durante todo el año, especialmente el 21 de setiembre.
Ojalá esto se
vuelva a repetir todos los años, y así, se pueda convertir en una tradición.
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